Como había sido previsto y anticipado por la comunidad político-analista de los Estados Unidos, el candidato demócrata Joe Biden venció a Donald J. Trump en las elecciones presidenciales llevadas a cabo a principios de mes. Esta victoria es celebrada por muchos, mientras que negada por otros. La campaña del incumbente Trump alega que, a causa del alto número de votantes que votaron por correo en estas elecciones dadas las circunstancias de la pandemia del COVID-19, se cometió un gran fraude electoral que culminó en una victoria demócrata en la contienda por la Casa Blanca. Dichas acusaciones no presentan ningún tipo de evidencia que las sustente, e incluso oficiales locales y estatales pertenecientes al Partido Republicano rechazan las aclamaciones de su líder. Es importante entender que esto es parte de una estrategia que el Presidente Trump y su equipo llevan formulando desde hace varios meses. El senador demócrata por Vermont y conocido socialista-democrático, Bernard Sanders, nos lo recordó semanas antes de la elección general al decir que, en la noche en la que se comenzaría el conteo de votos, Donald Trump estaría en la delantera en estados importantes y cruciales como Michigan, Wisconsin, Pennsylvania y Georgia, pero en los días posteriores Biden tomaría una cómoda y decisiva delantera en dichos estados. Esto se debe a que los votantes republicanos votarían en persona, y los demócratas por correo, y los votos recibidos por correo o adelantados son los últimos en contabilizarse. Al ver como de la noche a la mañana su delantera se iba reduciendo, Trump aclamaría lo ya establecido, que la elección es un fraude total y que el conteo de votos “tiene que parar”.
Luego de más de una semana después de la elección, el presidente ha rechazado la idea de conceder la victoria a su oponente, algo peligroso para la reputación y seguridad nacional de los Estados Unidos.
Ahora veamos cómo han culminado las más recientes campañas de otros candidatos derrotados. Todos conocemos los resultados de las elecciones presidenciales del 2016, en las que Hillary Clinton se dirigió rápida y responsablemente a sus seguidores y a la nación para conceder la contienda a su oponente: “Anoche, felicité a Donald Trump y me ofrecí a trabajar con él en nombre de nuestro país. Espero que sea un presidente exitoso para todos los estadounidenses.” Mitt Romney reconociendo su derrota ante el presidente Barack Obama en las elecciones del 2012: “Acabo de llamar al Presidente Obama para felicitarlo por su victoria…Este es un momento de grandes desafíos para los Estados Unidos, y oro para que el presidente tenga éxito en guiar a nuestra nación.” Estas frases son solo parte de dos discursos llenos de entusiasmo y esperanza por el progreso de la nación, aunque no hayan logrado salir victoriosos en sus causas. Por el contrario, el presidente actual se preocupa a grande escala por sus asuntos e intereses personales, mientras que su deseo de unir y beneficiar al pueblo es cada vez más cuestionable.
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