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Foto del escritorJavier Méndez Lacomba

El costo de la verdad

En la vida, todo tiene un precio y el más caro lo paga la verdad. Aquel que la controle, por otro lado, logra controlar la mente. Se considera anormal aquel que desee ir en contra del orden social, pues este desafía la autoridad que trae una verdad que fue "valientemente conquistada de las llamas del infierno." En esencia, ¿por qué retar la norma, si esta es la más bella? Desde el punto de vista de aquel que haya tenido la audacia de querer derrotar un imperio con el conocimiento que posee, no es tan fácil, pues usualmente termina martirizado. La sangre del individuo se derrama y corre por la negra calle, mientras que el matador se sienta en su alto trono y suspira un aliento de alivio, pues conquistó otra verdad: ya nadie lo puede retar. Desde el punto de vista neutral, la verdad es relativa e indiferente, por lo que no es necesario preocuparse por su bienestar y da igual si vive o muere. Sin embargo, solo cuesta imaginarse la cárcel en la que el ganador tiene presa a la verdad para concientizar que, en fin, el ser neutral es el estar muerto. Neutralidad es para los cuerpos, pero no para el alma. ¿Cuánto tiempo habrá que esperar para que el tirano carcelero capture otras entidades, como la justicia, la empatía o la conciencia? Posiblemente los seres lejanos que lean esta triste batalla en conquista de la verdad pensarán en también subyugarse al opresor imperio, que aparte de tomar las virtudes y plantearlas frente al pelotón de fusilamiento, domina y esclaviza a los seres vivos de la región. Tal vez surja el pensamiento de que ya no hay redención o que la pérdida es inevitable. Sin embargo, en ese preciso momento en que uno aguanta el bolígrafo de tinta roja y lo pone frente al contrato de esclavitud perpetua, llega el jinete negro sore el caballo blanco. ¡Llegó a liberar al pueblo y la verdad! Y empieza la lucha final… el jinete versus el imperio. El bien versus el mal. El amor versus la neutralidad. ¡Es una lucha intensa! Vuelan cabezas, brazos, costados. Hay tortura y alegría. Paz y guerra. Vida y muerte. El combate no acaba. ¡Dios mío que termine ya! ¡No puedo más! En fin, el armisticio en esta guerra es uno sencillo. La Verdad tiene la respuesta absoluta y mientras ambos imperios continúan en guerra, nadie la ha venido a salvar. Se rumora en las calles que la verdad sigue en espera de alguien noble, que tenga el corazón puro y la intención de querer llevarla a la gente esclavizada. La sociedad libre es una hermosa, o por lo menos eso dicen los que han llegado a ser libres. Tal vez el esclavizado llegue a tal punto de sufrimiento que crea que la libertad no es para ellos o que aquel que llegue a la libertad es un mediocre, pero a estos se los lleva el viento. La lucha continúa en el día de hoy y seguirá siempre que haya gente que luche en nombre del imperio y no de la verdad. ¡Que Dios nos ampare el camino que vayamos a elegir!

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